sábado, 24 de septiembre de 2011

«Me dieron tantos tirones del bolso que me han desplazado el esternón»

Mientras que las energías juveniles patrias se malgastan en quemar contenedores, nuestra sociedad se va pudriendo de multiculturalidad, es decir, de inculturalidad. Nadie notara dentro de 100 años que el gaztetxe fuera derribado, pero dentro de 100 años cuando la población tenga que vérselas con la guerra racial en sus propias calles, con guetos escaparate de lo peor que es capaz de ofrecer áfrica, entonces, nos acordaremos de los que nos metieron en este despropósito y que estaban haciendo los jóvenes entonces. Antes de que sea demasiado tarde tenéis que despertar de una vez, nos jugamos el futuro de nuestros hijos, tal cual.

Esta chica es agredida durante un robo por un pandilla de delincuentes cuya nacionalidad no se muestra, pero que todos conocemos. La prensa omite deliberadamente un dato por es simple hecho de que es importante, la información esta degradada para que no sea importante, para que no puedas sacar conclusiones y la población pueda seguir con su desfile desde el prado hacia el vertedero.


La chica pide más seguridad, más cámaras. ¿Por qué debemos de vivir la gente pacifica y bien civilizada bajo el yugo de un estado policial, con cada vez más control y falta de libertades? Pues para que a los bien pensantes les cuadren, aunque sea a martillazos que una sociedad multiracial como la que están construyendo puede funcionar, a golpe de talonario y cargando sobre los hombres de la clase productiva el peso del organismo emfermo. ¿Que pasara cuando todo el coste que generan los medios represivos sea insostenible? El caos absoluto. 

«Antes no pasaban estas cosas, al menos a mí no, y pensaba que nunca iba a ocurrirme». Saioa, una joven de Otxandio de 25 años, aún está conmocionada, pero sobre todo «dolorida y contracturada», después de que dos jóvenes le dieran una paliza para intentar robarle el bolso cuando atravesaba con una amiga el Casco Viejo de Bilbao la madrugada del pasado sábado. «De los tirones tengo el cuello rectificado con esguince cervical y el esternón desplazado», enumera con gesto de dolor. La joven lleva un aparatoso collarín que la impide moverse con libertad.
Ocurrió alrededor de las dos y media de la madrugada. Saioa y su cuadrilla habían estado de poteo en la zona de Santutxu y se dirigían andando hacia la calle Mazarredo «para seguir de fiesta», aunque por desgracia terminaron la noche en Urgencias del hospital de Galdakao. Ella y una amiga se quedaron un poco rezagadas del resto del grupo, «a unos 25 metros» de distancia, recuerdan. Después de cruzar la Plaza Nueva, cuando iban a bajar las escaleras para enfilar la calle Bidebarrieta, «de repente por detrás me pegaron un santo tirón del bolso que me dio media vuelta», recuerda. Llevaba una pequeña bolsa en bandolera en la que sólo guardaba «las llaves y el móvil, nada más».
Creen que los asaltantes las siguieron desde la plaza Unamuno, por donde acababan de pasar. Aún no entienden cómo las eligieron a ellas, dos chicas «de pueblo, brutas y ¡no somos escualidas!». El ladrón se cebó con Saioa. «Dale y dale de tirones, estuvo un buen rato eh, de los empujones terminamos en la zona de los arcos». Al mismo tiempo que intentaba arrancarle la tira del bolso que llevaba cruzado, le golpeaba «pataditas» con las rodillas en el muslo, donde le han salido varios cardenales. Saioa estaba al borde de las escaleras, por lo que su amiga se centró en agarrarla para evitar que pudiera tirarla.
«No nos dio por gritar, no dijimos ni 'mú'», por lo que el resto de sus amigos no se enteraron de que las dos chicas estaban siendo víctimas de un robo con violencia. Como el primero de los ladrones no consiguió su objetivo, apareció un segundo, que continuó intentando arrancar el bolso a Saioa. Mientras las chicas estaban calladas, ellos «hablaban entre si en árabe». Saioa recuerda especialmente a este último. Asegura que si se cruzara con él por la calle, le reconocería «fijo». Vestía de negro, con pantalones vaqueros oscuros, camiseta y gorra. Su cómplice llevaba un pantalón corto blanco, una camiseta rosa, y una visera blanca. «Iban bien vestidos, con ropa de marca, y serían de nuestra edad, de unos 25 ó 26 años».
La noche en Urgencias
En ese momento, aparecieron por la calle Bidebarrieta «cuatro chicos» que vieron la escena y se acercaron. Los dos ladrones «soltaron el bolso y se piraron corriendo». Dos de los jóvenes salieron tras ellos, también la propia Saioa, «llamándoles de todo», admite. Su amiga intentó tranquilizarla: «déjales, a ver si ahora te van a sacar una navaja».
Los chicos que les habían salvado les preguntaron si estaban bien, si necesitaban ayuda. «Si no llegan a aparecer ellos, sí que nos dan bien». Del «canguelo», las dos amigas se sentaron en una repisa para respirar hondo. A Saioa comenzó a dolerle el cuello. «Empecé a sentirme mal, mal, me mareé y nos fuimos al hospital, allí pasamos toda la noche, me hicieron unas placas», recuerda. La joven tardará tiempo en recuperarse de las lesiones, tendrá que acudir a un fisioterapeuta, pero los médicos le han advertido que puede recaer.
Las amigas no dejan de darle vueltas a la cabeza. «Pero si es una zona de paso y muy iluminada... Les daba igual darnos de leches con tal de llevarse el bolso». Lo peor para Saioa es pensar que «si se me pone enfrente y me pide el bolso, no me hubiera resistido, le digo: 'mira llévate el bolso, pero a mí no me hagas nada'».
La joven, que presentó una denuncia ante la Ertzaintza horas después del incidente, ha decidido hacer público su caso porque está convencida de que esos jóvenes podrían repetirlo este fin de semana con otras víctimas. A Saioa le gustaría que «pongan remedio, más vigilancia, cámaras, no sé...» «Me ha tocado a mí, pero al menos que no vuelva a pasar».
Reconoce que a partir de ahora su vida será «diferente», de momento este fin de semana se queda en casa. Estos días lleva el bolso «bien agarrado, no vaya a ser que venga otro listo y me la vuelva a liar». Como sus padres les han advertido una y otra vez, las dos amigas no volverán a quedarse solas por la noche, «y yo he ido sola por la calle mil veces».

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